Los fundamentos que no pueden faltar
Para los educadores la construcción de una nueva cultura de la práctica evaluativa constituye un verdadero desafío en el que se ponen en juego conocimientos, habilidades, actitudes, valores.
Sabemos de la importancia y de la vigencia del tema de evaluación para los docentes de todos los niveles del sistema. Edith Litwin (1998) sostiene que la importancia que fue adquiriendo este tema en la agenda pedagógica es el resultado de cierta patología. Para esta autora, "muchas prácticas educativas se edificaron a partir de confusiones y como resultado de concebir la evaluación como el estímulo más importante para el aprendizaje" y ello condujo a que:
- los docentes enseñaran en función de la evaluación
- los alumnos no estudiaran para aprender sino para la evaluación
Desde ya, evaluar es una de las tareas que corresponden a la práctica docente y surge de la necesidad de conocer si se está avanzando en la dirección deseada, cuánto se ha logrado y cuánto queda aún por aprender. Su correlato, como se ha dicho en otros números anteriores de Página Educativa, es la evaluación de la enseñanza.
Antes de definir la evaluación, cabe preguntarse para qué estamos evaluando, es decir qué valor tiene la información que ella brinda: ¿diagnosticar, seleccionar, pronosticar, acreditar?
Promediando el cierre del año, seguramente la intención del docente cuando evalúa sea conocer si los alumnos han aprendido y si están en condiciones de "pasar de año" o de "aprobar las materia". En este sentido, la finalidad de la evaluación es la acreditación y aquello que el docente evaluará -el objeto de evaluación- son los resultados de aprendizajes concretos. A esta evaluación se la denomina sumativa . Definir el objeto a evaluar y reflexionar por la finalidad de la evaluación constituyen uno de los ejes fundamentales de un proceso evaluativo.
Por otra parte, si queremos mejorar la prácticas evaluativas en el aula, además de atender a estas cuestiones teóricas será conveniente comenzar a pensar que es posible diseñar otras maneras de evaluar el aprendizaje de los alumnos.
De hecho, las prácticas tradicionales conducen a la utilización de instrumentos únicos, como es el caso de la prueba. Ahora bien, también es posible evaluar a los alumnos a partir de ciertos documentos generados en el aula que son portadores de indicios acerca de los aprendizajes y son igualmente válidos para evaluar tanto como ocurre con otros instrumentos que se construyen especialmente.
Estos documentos de evaluación generados en el aula pueden ser el resultado de la aplicación de diversas técnicas específicas como: los organizadores gráficos, los portafolios, la observación, la autoevaluación y evaluación entre pares, las exhibiciones y representaciones creativas, los proyectos, entre otras. Algunas de ellas resultan pertinentes para evaluar procesos y otras para evaluar resultados .
Por otra parte, para enriquecer la búsqueda de nuevas prácticas evaluativas no podremos perder de vista que el proceso de evaluación forma parte del proceso de enseñanza y del proceso de aprendizaje. Cuando el docente evalúa, realiza valoraciones respecto de los aprendizajes de sus alumnos. En tal sentido, es necesario conducirse con prudencia porque sus apreciaciones ejercen influencia sobre la apreciación personal que los alumnos tienen de sí mismos. Más precisamente, el docente tendrá que manejarse con cuidado en el momento de realizar las devoluciones respecto de lo que dice, de lo que no dice y respecto del modo en que lo hace ya que la información y el mensaje que brinda son retroalimentadoras para el alumno.
Decimos que al evaluar se está enseñando en tanto que los contenidos que el docente privilegia, los criterios a partir de los que juzga los logros de sus alumnos, los instrumentos que construye, el modo en que comunica sus apreciaciones respecto del desempeño de sus alumnos, constituyen en sí mimos contenidos de aprendizaje y forman parte del currículum oculto.
Para hacer de la evaluación una práctica de veras significativa, se requiere reflexionar acerca del objeto y de la finalidad de la evaluación, comprender que se trata de un proceso dinámico ligado a la enseñanza y el aprendizaje y proceder a la búsqueda de nuevos instrumentos para evaluar, sean éstos creados ex profeso o bien generados en el aula.
Es muy frecuente el hecho de que para evaluar se recurra a determinadas pautas rígidas, en lugar de encarar reflexiones de índole grupal y personal para pensar la dinámica evaluativa y, a su vez, para convertir este proceso mismo en objeto de evaluación.
Las ideas que construimos sobre el tema
A pesar de que sabemos y sostenemos que la evaluación es una herramienta fundamental para mejorar la calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, es indudable que la práctica pedagógica no siempre acompaña el discurso.
Frecuentemente se reproducen situaciones que forman parte del repertorio de lo que los docentes deben hacer en tal o cual situación. Este apego ciego al "deber hacer" propio de la tradición escolar, no siempre permite pensar que existen prácticas que pueden y deberían modificarse en la búsqueda de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Las prácticas de evaluación en el aula conducen a ciertas recurrencias en lo que se refiere a dudas, creencias, dificultades y resistencias. Algunas de ellas son:
- ¿se puede evaluar sin tomar pruebas?
- ¿juzgamos la actuación de los alumnos desde sus logros o desde sus limitaciones? Es decir, ¿somos capaces de ver lo que los alumnos han aprendido o solamente vemos lo que no han aprendido?
- ¿cómo evaluamos las actitudes?
- ¿la evaluación puede ser significativa para los alumnos?
- la evaluación, ¿es objetiva?
- en la práctica hay dificultades para encontrar criterios unificados dentro de la misma institución
- es difícil adecuar los instrumentos al objeto de evaluación
- las actividades y técnicas de evaluación más usadas para primer ciclo es la observación, para segundo y tercer ciclo, las pruebas escritas y los trabajos escritos o monográficos grupales en tercer ciclo.
Para revertir estas cuestiones que aparecen como fruto de modelos aprendidos, la reflexión grupal y personal pueden convertirse en buenos espacios para pensar la práctica y para convertir la evaluación en objeto de evaluación .
Algunas puntas para trabajar en el aula: algunas fuentes de información para evaluar
A continuación se presentan algunas técnicas a partir de la cuales, los alumnos realizarán diferentes trabajos que serán fuente de información para el docente en el momento de evaluar.
En este artículo nos referimos a la evaluación de fin de año, con lo que se mencionan solo aquellas técnicas que permiten la evaluación de resultados más que procesos . Las otras técnicas que se han mencionado más arriba, como es el caso de los portafolios y bitácoras de aprendizaje, son válidas para la evaluación de procesos.
Organizadores gráficos
Consiste en la realización por parte de los alumnos de mapas gráficos que representan una estructura de significados. Esta construcción involucra habilidades como ordenamiento, comparación y clasificación necesarias para crear representaciones de conceptos y procesos. Estos mapas describen relaciones y pueden dar cuenta de la comprensión de los conceptos o los datos involucrados.
Algunos ejemplos de estos organizadores gráficos que pueden utilizarse en el aula son: el mapa conceptual, diagrama jerárquico, cadena de secuencias, rueda de atributos, el mapa de un cuento, la mesa de la idea principal, etcétera
Exhibiciones y representaciones creativas
Estas técnicas ofrecen muchas oportunidades para que los alumnos pongan en juego sus habilidades cinestéticas, artísticas, musicales, espaciales y otras que les permiten demostrar la comprensión de conceptos, la aplicación de habilidades, el desarrollo de actitudes.
Un ejemplo de ellos son las dramatizaciones, las canciones, danzas, la resolución pictórica de situaciones problemáticas u otros trabajos artísticos en general.