Los fundamentos que no pueden faltar
Educamos para la convivencia cuando generamos acciones
con el fin de que los alumnos aprendan a compartir la vida
y logren resolver situaciones cotidianas en la relación
con los compañeros.
Desde esta perspectiva, la tolerancia y la no discriminación
son los puntos de partida para la construcción de
una cultura de la convivencia. El ejercicio de estos valores
consolida la vida en democracia y permite avanzar hacia
formas sociales más justas y de tolerancia hacia
la diversidad.
Una de las funciones
de la educación es promover el aprendizaje de actitudes
de convivencia para que cada individuo logre insertarse
en esta sociedad cada vez más compleja, cambiante
y con un pluralismo cultural creciente.
El grupo escolar es un lugar de pertenencia fundamental
para los alumnos. En él se atraviesan momentos que
suelen ser el reflejo del contexto social. Es por esto que
las situaciones de la vida grupal son ideales para comenzar
la tarea de reflexión y cambio actitudinal. Es importante
para ello que los alumnos logren revisar las actitudes personales
que favorecen o entorpecen la relación con sus pares
y la resolución constructiva de los conflictos.
Si nos proponemos
educar en la convivencia es necesario, además, promover
el análisis de modelos y valores que la sociedad
nos ofrece para descubrir en ellos aspectos positivos e
imitarlos o bien para identificar aspectos negativos y revisarlos.
Involucrar a los alumnos en actividades de participación
real desde la escuela hacia la comunidad favorecerá
el pasaje del plano discursivo al de la acción para
lograr un aprendizaje verdaderamente significativo.
La enseñanza de valores no puede desvincularse de
una enseñanza en valores y supone la implementación
de estrategias de manera intencional con el fin de promover
cambios de actitudes en nuestros alumnos. Estas acciones
didácticas pueden asumir varios formatos: talleres,
proyectos, espacios institucionales, asambleas, mesas de
debate, entrevistas, etc., y presuponen la aplicación
de algunas actividades como:
¿Por dónde empezar?
Cuando el docente planifica, es deseable que pueda generar
y promover situaciones acordes con la edad, con los intereses
y consecuentemente con los conflictos que atraviesan los
chicos de 12 a 14 años. Es fundamental que las acciones
didácticas que se implementen en el aula se encuentren
orientadas a:
Cuando el docente evalúa, utiliza técnicas
o instrumentos para obtener la información que posteriormente
analizará y que le servirá para la toma de
decisiones en relación con la enseñanza. Es
deseable que los medios que el docente utilice para evaluar
generen un espacio de intercambio y de diálogo con
sus alumnos, a la vez que permitan a sus alumnos:
Generalmente se evalúan las actitudes de los alumnos
a partir de la observación sistemática y continua
en el aula, en el patio, en salidas, actividades de campo
y colectivas. Sin embargo, existen otras técnicas
e instrumentos de evaluación. Entre ellas se encuentran
la observación, la autoevaluación, la evaluación
entre pares, y los diarios y bitácoras de aprendizaje,
entre otras.
La observación
La observación directa es una manera de focalizar
la mirada en relación con lo que sucede en un tiempo
determinado en cualquier situación. Los indicadores
se establecen previamente y sirven de orientación
para el observador.