Los fundamentos que no pueden faltar
A la escuela y a los educadores les cabe una tarea de responsabilidad
y respuesta frente a la sociedad: la formación de
los ciudadanos. Es innegable que en esta tarea la formación
de valores es un desafío y a la vez un compromiso.
La pérdida y la subversión de los valores
son los rasgos -quizá- más preocupantes en
el escenario político y social de este nuevo siglo,
en el que está inserta la escuela.
Esto supone que, la escuela es parte del contexto social
en crisis y a la vez, tiene la insoslayable tarea de formar
hombres y mujeres que sean capaces de amar, de buscar
la verdad, de actuar y pensar con rectitud,
de trabajar por la Paz, entre otros valores.
A ello, se suma el hecho de que lo que tradicionalmente
era ocupación de las familias - la socialización
primaria -, en la actualidad se ha convertido en tarea de
la escuela. De manera progresiva a la institución
escolar se le han ido delegando esas funciones primarias
que antes formaban parte del repertorio de aprendizajes
en el núcleo familiar: escuchar, compartir, comportarse
adecuadamente, obedecer y respetar a los mayores, etcétera.
El filósofo español Fernando Savater, parafraseando
a Juan Carlos Tedesco dice: "Si la responsabilidad
por la formación ética, por los valores y
los comportamientos básicos pasa a depender ahora
mucho más que en el pasado de instituciones y agentes
secundarios, también se abren mayores posibilidades
de promover concepciones tolerantes y diversas". Esto
significa que además de tener una nueva responsabilidad,
la escuela tiene, potencialmente, una oportunidad más
y en este sentido, los docentes se manifiestan interesados,
preocupados y ocupados por el desafío que la sociedad
les plantea.
De
hecho, los educadores saben de la importancia y de la vigencia
en la agenda pedagógica actual - en todos los niveles
del sistema - la urgente necesidad de educar en valores.
En este sentido, saber, saber hacer y valorar, constituyen
contenidos a enseñar, por lo tanto no pueden dejar
de ser objeto de una enseñanza sistemática.
Una aclaración conceptual
Vale la pena distinguir entre valores y actitudes. Los
valores son principios éticos respecto de
los cuales las personas sienten un compromiso emocional
y los emplean para juzgar conductas o acciones. Las actitudes encarnan valores y son tendencias o predisposiciones de
un individuo. Contienen componentes cognitivos, afectivos
y de acción. Podríamos decir entonces que,
los valores que tiene una persona se evidencian en sus actitudes.
¿Qué hacemos y que podemos hacer en la
escuela?
Es sabido que aún sin un propósito o sin
una intencionalidad pedagógica la escuela y los docentes
enseñan actitudes y valores. En los contenidos que
se privilegian, los criterios a partir de los que juzga
los logros de los alumnos, las propuestas que se realizan,
el contenido y la forma en que se comunican las apreciaciones,
las maneras de pensar, de actuar, las actitudes que se asumen
frente a la realidad social, frente al aprendizaje, frente
al error, frente a la vida, etcétera, constituyen
en sí mimos contenidos de enseñanza y forman
parte de lo que algunos autores denominan "currículum
oculto".
Muchas veces, nos encontramos que la formación de
valores forma parte del proyecto educativo institucional
pero en la realidad áulica, éstos no son parte
del currículo real. Por otra parte, es recurrente
el tratamiento de los valores como temáticas transversales.
Pero luego, en los hechos, por ser asunto de todos, termina
siendo asunto de nadie.
El desafío está
en darle un lugar en la acción a la enseñanza
de los valores y en hacer evidente lo que está oculto
para poder convertirlos de contenidos a enseñar (lo
que debemos enseñar) en contenidos de enseñanza
(lo que enseñamos).
Es cierto que para encarar esta tarea con un sentido didáctico,
será necesario buscar estrategias que faciliten la
enseñanza de estos contenidos.