GENEROSIDAD + TERNURA + COMPRENSION

La cara angustiada del niño extrañaba a su madre. No era común observar esta actitud en Guillermo, habitualmente un chico alegre, algo travieso, inquieto corno pocos a la hora de la cena, siempre apurado por volver a extasiarse frente al televisor con aventuras de ninjas, karatecas y demás especies de ídolos mediáticos. Esa noche estaba como ausente, tampoco triste, sólo como inmerso en pensamientos, tratando de hallar una salida o una solución a algo que, para su familia, era hasta entonces desconocido. Y por fin la pregunta, la inevitable pregunta de una madre frente a esta extraña actitud de su hijo: "¿Guillermo, hijo te pasa algo?". "Nada mamá. Cosas que pasan en el colegio, hoy tuve una pelea, bah, una discusión con Ezequiel, sí Ezequiel, el hijo del dueño de Ia fábrica de muebles"; puntualizaba Guille ante la mirada inquisidora de su madre. "pero por qué te peleaste?" "la maestra nos hablaba de la caridad"' continuó explicando, "y me gustó lo que dijo. Todo ocurrió a raíz que Teresa comentó que el fin de
semanal al salir a caminar con su papá: en una esquina se le acercó un chico, mal vestido, que con voz casi imperceptible le pidió una moneda, y el padre buscó en su bolsillo y al no encontrar ninguna, negó con la cabeza y siguió caminando; por lo cual Teresa dijo que se había sentido triste por no poder ayudarlo. Cuando salimos a recreo, Ezequiel riéndose se burló de Teresa diciendo: "¿Cómo se puede pretender ser caritativo si ni siquiera se tiene
una moneda en el bolsillo para darle a un pobre?". A mí me molestó su actitud. Muchas veces yo no tengo una moneda en el bolsillo, ¡y eso significa que nunca voy a poder ser caritativo?
Papa Raúl, que recién se sentaba a la mesa, escuchó las palabras de Guille y acercándose a su hijo le puso ambas manos en los hombros y le explicó: "En cierta forma vos estás sufriendo, y en este momento yo no necesito darte dinero para aliviar en parte tu sentimiento; vasta mis dos manos en tus hombros: vasta mi comprensión, mi mirada
de cariño; esto se llama ternura, y es también un gesto de generosidad y caridad. No es necesario ser rico para ser generoso. Se es a veces más caritativo dando las cosas más simples: una caricia, un abrazo, un apretón de manos, un poco de tiempo a quien necesita desahogarse, una sonrisa a aquel que está triste; en fin cosas simples. No dudes
que aquel que está solo se va a sentir mucho mejor con tu compañía, con tu comprensión que con tu dinero. No dudes que aquel está triste se va a sentir mucho mejor con tu sonrisa, con tu ternura, con tu mano en su hombro que con todo el oro del mundo.
Generosidad es dar lo que uno tiene. Es más, todo empieza por ser caritativo y generoso con uno mismo, cuidar su cuerpo y su espíritu; no cometer excesos, llevar una vida sana.
Estando satisfecho con uno mismo, uno está mejor predispuesto a brindarse a los demás.
Si cada uno se comprometiera a ser menos egoísta, tanto con cosas materiales como con las espirituales, seguramente éste sería un mundo mejor. Así que no te preocupes si te falta una moneda. Que nunca te falte una sonrisa, un gesto de amistad, una actitud de comprensión, hasta cuando te molestan; hasta cuando el abuelo con su sordera te pide que le repitas tres veces la misma cosa. Empezá siendo generoso en esas pequeñas cosas cotidianas, lo demás "viene por añadidura".
De ahí en más la cena se desarrolló sin mayores parlamentos, hasta que Guille tal cual su costumbre, se levantó abruptamente y salió corriendo para su cuarto.
Acostumbrados, como todas las noches a escuchar el televisor a todo volumen; y como eso no ocurriera en los minutes siguientes su madre se levantó, se dirigió hasta la habitación, abrió levemente la puerta y lo vio sentado en el suelo, cerca del televisor con el audio muy bajo. Casi sin pensarlo exclamó: "¿Otra vez se arruinó la televisión?"; a lo que Guille contestó: "¿Vos no me decís siempre que el ruido del televisor despierta a mi hermanita?; bueno, he decidido empezar a ser caritativo". A todo esto, su madre riendo agregó: "Bien hecho; no por error el refrán dice que la caridad bien entendida empieza por casa".

Verónica María Pedreira
Instituto Santa Felicitas
Capital Federal