En esta oportunidad nos vamos a referir a dos momentos del pasado de la ciudad de Buenos Aires, que por sus características han adquirido ribetes de leyenda.
El sorteo del Santo Patrono de Buenos Aires
Según cuentan vetustas crónicas, el 20 de octubre de 1580 se decidió elegir al Santo Patrono de La Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres. A tal efecto se reunieron en el Cabildo los Regidores y personajes de la Justicia, con la presenciadel Teniente Gobernador y Capitán General, don Juan de Garay.
Garay se ubicó en una silla de alto respaldo y dio comienzo la importante sesión, mientras en la Plaza Mayor se veían algunos vecinos. Pronto se escucharon comentarios de los cabildantes, analizando los méritos de los diversos santos propuestos para ser protector y patrono de la ciudad.
El Regidor, don Hernando de Mendoza, propuso que la selección se cumpliera por medio de un sorteo y aprobado el recurso, él mismo explicó que llevaba consigo una cantidad de papelillos o cédulas en las que había escrito los nombres de varios santos. Así fue que se llamó a un niño de los que estaban en la Plaza, para que extrajera una papeleta. El caso es que al sacar la cédula, se pudo leer: San Martín de Tours.
Fue entonces que alguien recordó que había sido hombre de espada y luego beato y santo. En el siglo V de nuestra era, fue ordenado ante San Hilario, el Obispo de Poitiers y a los 60 años de edad, fue Obispo de Tours. También se destacó porque en días invernales cortó su capa en dos para dar abrigo a un pobre mendigo... Pero es un santo francés, comentó uno de los presentes; y, en esos momentos España no estaba en buenas relaciones con Francia... Por tanto, no convenía para Patrono de la nueva y promisoria ciudad que estaba junto al río-mar.
Como este primer resultado no había dejado conforme a los asistentes, el niño colocó las cédulas en una bolsita y repitió la extracción.¡Vaya sorpresa!: otra vez apareció el nombre del santo francés...
Pues se intentaría una vez más y será la última, fue la resolución. Y para general sorpresa, ahí estaba el nombre: San Martín de Tours. No había ya dudas, él sería el santo Patrono de La Trinidad y su fiesta se celebraría el 11 de noviembre de cada año. Desde entonces, ese día Buenos Aires rinde emocionado homenaje al santo francés y le pide su ayuda protectora. En 1614 la imagen del Santo fue entronizada en la Catedral, con gran solemnidad.
El Cristo de la Iglesia de la Merced
La Iglesia de la Merced se encuentra en la esquina de las calles Reconquista y Cangallo. Su construcción es del año 1601, y se incorporó un Convento a su lado. La Iglesia actual se edificó en 1732.
Desde el atrio, Santiago de Liniers, dirigió operaciones el 12 de agosto de 1806. Allí se venera una imagen del Cristo de la Humildad y la Paciencia que, según la tradición, tiene un curioso origen.
Una tarde de verano, paseaba por el lugar, rumbo a las barrancas del Retiro, el Prior de los Mercedarios, acompañado por un indio, llamado José. Disponiéndose a cruzar el zanjón de Matorras, iba conversando con José, al que había traído desde las Misiones, donde ya no estaban los Jesuitas, expulsados en 1697 por Carlos III.
El joven indio, que era un hábil escultor –arte que aprendió en el noreste–, se detuvo de pronto junto a un huerto, con muchos árboles.
–¿Qué miras con tanta atención? –dijo el sacerdote.
–Estoy admirando este hermoso árbol de naranjo, con su tronco retorcido de tal forma, que me parece a medio hacer, una imagende Nuestro Señor, que siempre he soñado esculpir...
Impresionado el Prior por estas palabras, penetró en el huerto, conversó con el dueño, al que conocía y logró que le cedieran el árbol, para que se transformara en un objeto de culto.
Poco después, salían de la quinta, limitada por las actuales Florida, San Martín, Paraguay y Charcas, llevando el tronco.
El indio instaló un improvisado taller en la Sacristía y comenzó la talla de la imagen, que pronto tomó forma, representando a Jesús sentado, en actitud de resignación y con una dulce y mansaexpresión, con el cabello suelto sobre las espaldas y la boca entreabierta.
Pasaron los años, el escultor indígena, enfermó –ya muy anciano– y un amigo le dijo:
–Debes ir a la Iglesia de la Merced y pedirle ayuda al Cristo de la Paciencia... ¿Lo conoces?
El indio José, sonriendo, dijo –Pues sí.... Desde que era naranjo.
Prof. Diego A. del Pino
Agradecemos la generosidad de “INTER–JUNTAS”, cuyo director Rafael Longo, autoriza la presente publicación. |