José Manuel Estrada (1842-1894) es una de las personalidades más significativas de los tiempos fundacionales de la República, cuando se debatía la configuración que tendrían las instituciones y las primeras leyes de nuestro país. Eran tiempos en los que existía la conciencia clara de que la República es una construcción social a la que todos y cada uno deben contribuir. En ese contexto, Estrada dejó su huella como intelectual y como hombre de acción multifacético: político, diplomático, educador, historiador, hombre de Derecho, excelente orador, pero, por sobre todo, católico militante que hizo de la ética su preocupación y objetivo.
Algunos datos de la biografía dan dimensión de su talla. Fue docente en la Escuela Normal que entonces fundara Domingo F. Sarmiento; en sus clases desarrolló unas muy famosas Lecciones sobre la Historia de la República Argentina, que luego publicó en la Revista Argentina que él mismo fundara, y que constituye una de las primeras obras de la historiografía nacional. Más tarde se desempeñó en la Dirección de Escuelas Normales, para luego ser nombrado Decano de la recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En la Facultad de Derecho dio clases de Derecho Constitucional y Administrativo. Algunas de ellas fueron magistrales, como las que versan sobre el sistema federal argentino, el régimen municipal o la libertad de sufragio, por lo que las versiones taquigráficas fueron posteriormente compiladas en la obra Curso de Derecho Constitucional.
Si se recuerda que quedó huérfano a muy temprana edad quedando a cargo de una abuela, que sólo cursó estudios primarios, siendo autodidacta en los distintos temas que manejaba con amplia solvencia, se advierte su capacidad, determinación y compromiso personal con todo lo que emprendía.
Su fe fue la razón de ser de su quehacer, la cual sustentaba una ética fuerte y profunda. En el catolicismo fundamentaba su percepción de las relaciones sociales, ya que, “la comunión del pan es el signo de la confraternidad”. Desde esa posición se enfrentó decididamente a “los caracteres [que] se corrompen de día en día por la infatuación desplegada en la vida exterior, y el avasallamiento de la conciencia bajo las ideas y las costumbres dominantes.” Señalando luego que “los caracteres morales de las naciones son una resultante; de suerte que si no progresan en moralidad los individuos que las constituyen, tampoco ellas progresarán.”(1)
Traspasando estas palabras pronunciadas en el siglo XIX al siglo XXI, se verifica su vigencia. La afirmación no significa que “todo está igual” o que nada se ha logrado desde entonces; significa que la República es una construcción social que se despliega en el tiempo a través de las generaciones de argentinos que comparten un objetivo común, que lo que los antecesores soñaban y se animaron a emprender en los inicios fue, y sigue siendo, un objetivo, una tarea ambiciosa que atraviesa los siglos, que nadie nos va a regalar a los argentinos lo que tenemos que lograr por nosotros mismos a través del tiempo. Esa es la función de los grandes: señalar un camino orientando a sus conciudadanos, especialmente en tiempos difíciles.
Valga cerrar estas breves reflexiones con una frase de R. W. Emerson: “Cuando está suficientemente oscuro, se pueden ver las estrellas.”
(1) El naturalismo y la educación. Conferencia dada en el Club Católico por José Manuel Estrada, el 21 de agosto de 1880. www.educ.ar/educar/superior/biblioteca_digital/verdocbiblio1.
Prof. Cristina Rins |