Trabajos
Ganadores
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Transcribimos
un ensayo literario que nos parece que sirve
como ejemplo para la vida cotidiana de cada
uno de nosotros.
Ensayo
Literario ganador de la Medalla de Oro por
Amor + Respeto + Compromiso = Fidelidad,
escrito por Laura Barreira, Instituto Santa
Felicitas, Capital Federal.
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Estábamos de recreo; varias de mis compañeras
y yo nos enteramos que los padres de Gabriela se
habían separado.
Me sentía extraña escuchando el relato
de todas aquellas situaciones que habrían
provocado esa separación.
Que ya no se besaban, que no se comprendían,
que discutían demasiado, etc., etc., etc.
Mi sensación resultaba muy difícil
de explicar, ya que por un lado trataba de prestar
atención al doloroso relato de Gabriela,
y por el otro sentía que recién en
ese momento, empezaba a darme cuenta de muchas cosas
que, tal vez por parecerme normales, no había
sabido valorar en toda su dimensión.
Mientras escuchaba a Gabriela, trataba de esconder
mi egoísta satisfacción, cuando pensaba
que nuestra vida familiar transcurría de
un modo tan diferente.
Pensaba en el amor (aunque muchas veces no nos diéramos
cuenta) que había caracterizado siempre nuestra
vida familiar.
Me di cuenta en ese momento que cada uno de nosotros
(a su manera en cada caso) vivíamos permanentemente
haciendo cosas por el otro y que esa es una forma
de respetarnos, a pesar de que a veces no fuéramos
tan respetuosos en las formas.
En nuestra familia estábamos comprometidos
inconscientemente, uno con el otro y esa es una
de las mejores maneras de comprometerse.
Era una especie de compromiso silencioso que nacía
espontáneamente, sin necesidad de promesas,
lo que provocaba que fuera un compromiso mucho más
fuerte y duradero.
Ese compromiso espontáneo, nos obligaba a
preocuparnos por lo que piensa mi papá, y
a él lo que pensamos nosotras, y a mi mamá,
lo que pensamos todos, y finalmente, todos pensamos
siempre en ella aunque a veces no lo parezca.
¿Y qué puedo decir de la fidelidad?
Que desde que soy chiquitita me acostumbré
a verlos todo el día juntos.
Que no recuerdo un día en que mis padres
no estuvieran al lado nuestro.
Que a veces no entiendo cómo pueden estar
todo el día juntos sin cansarse o aburrirse.
Que aún a pesar de las peleas con mi hermana,
siempre estemos pendientes la una de la otra.
Seguía escuchando el relato de Gabriela,
y no podía entender cómo algo que
yo siempre creí tan fácil, podía
resultar tan difícil.
Entonces me pregunté:
¿En realidad, era tan fácil?
¿Era tan fácil respetarse, comprometerse
y sentirse fieles unos con otros?
¿Era tan fácil vivir como yo creía
que era normal vivir?
Y luego de pensarlo por un momento, me quedé
con una respuesta.
Que podía ser fácil o difícil,
pero en definitiva, una u otra alternativa, dependería
indefectiblemente del amor.
Un amor entendido o interpretado por cada uno a
su manera, más o menos cariñoso, más
o menos demostrativo, pero eso sí, un amor
verdadero, comprometido, responsable, silencioso,
pero que siempre está allí presente,
aún cuando no nos demos cuenta a cada momento
de su presencia indispensable.
Pensé que sin ese amor, no sólo es
difícil, sino que nada es posible.
Que con ese amor, el respeto, el compromiso y la
fidelidad, se dan naturalmente, impensadamente.
Y me dije: impensadamente, allí está
la clave.
EI amor no se piensa, no se alcanza, ni se calcula,
se disfruta inconscientemente.
El amor está allí, silenciosamente
presente, pero en ese caso, el triste relato de
Gabriela, me recordó que allí estaba,
esperándome en casa como todos los días.
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