ENTERRADA VIVA
Sumergida
en mi bañera, escucho el eco de mi corazón latiendo. Un latido
frágil y silencioso.
Que se mezcla con las gotas que pierde la canilla (inútil arreglarla,
ya van dos veces este mes).
Las gotas a su vez, se confunden con las Iágrimas en mis pálidas
mejillas.
Esta tristeza ha ido creciendo día a día, desde aquel 25 de mayo
de 1996.
"Bárbara, le quedan pocos meses". -"Bárbara, lamento
decirle que estoy de acuerdo con su primera y segunda opinión, ellos
han visto lo mismo que yo". Estas palabras son mi sombra de día
y mis pesadillas de noche.
Sumergida en mi bañera, vuelvo a escuchar esos cobardes latidos de un
corazón que ha perdido la guerra.
Cierro los ojos y vuelvo a ver aquella hermosa y feliz infancia, y esa rebelde
adolescencia.
Tomo mi vaso con agua, que ya no es más pura y cristalina, sino un Iíquido
turbio y contaminado de químicos.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Habrá estado
siempre este maldito destine marcado en la Iínea de mi mano?
Estoy muriendo, desvaneciendo...
Ya no puedo convivir con este cuerpo. No responde más a mis órdenes
ni a mis ilusiones, es inútil, en poco tiempo ni siquiera será
mío.
El cuerpo no será mío, ¿entonces por qué no regalárselo
a alguien que lo necesite más que yo?
... "Tres nuevas vidas gracias a la solidaridad de los demás",...
"Hay 6110 enfermos en espera"... El periódico me apoya. Sino
puedo convivir conmigo en vida, haré lo posible por vivir en diferentes
almas cuando muerta.
Lo he decidido, creo que tengo un compromiso con aquellos que aún tienen
posibilidades y esperanzas. Brindaré todos aquellos órganos de
mi cuerpo que puedan ser utilizados en un futuro.
Tengo cuarenta años, y se que aún no soy capaz de decir que viví
mucho, pero si ser realista y que en lo poco que me queda vivir no seré
muy feliz. Sé que si muero me enterrarán y quedaré sepultada
bajo la húmeda tierra. Pero, si muero aprobando la utilización
de mis órganos para salvar vidas... me enterrarán, pero me enterrarán
viva.
Marcela Ramsfelder
Universidad de Buenos Aires
Capital Federal